miércoles, 17 de septiembre de 2008

Vida Oculta O Expuesta

Un ateo prometió a un predicador británico, Alexander
Maclaren (1826-1910) que frecuentaría su iglesia en los
cuatro finales de semana siguientes,


y que oiría su
presentación de las doctrinas principales del Cristianismo.
Compareció a la iglesia y oyó atentamente los sermones de
Maclaren. Despues la cuarta mensaje, el ateo se presentó la
todo el congregación y confesó haber recibido Jesus como
Señor y Salvador en su corazón. Maclaren se puso muy feliz y
no consiguió resistir al empuje de preguntar cuál de los
cuatro sermones habíale tocado más al punto de tomar aquella
decisión. El ateo contestó: "Sus sermones, señor, fueron
útiles, pero no fueron ellos que me persuadieron." Contó que
despues un de los cultos, al ayudar una señora bastante de
edad a seguir en un camino resbaladizo, ella miró para su
rostro y habló: "Me gustaría de saber si usted conoce mi
Señor y Salvador, Jesucristo. Él es todo en el mundo para
mí. Quisiera que usted Lo conociese también". El ateo dijo:
"Aquella palabra penetró hondamente en mi alma y yo fui para
casa donde me arrodillé y encontré a Cristo solo".

¿Cuántas veces durante nuestra vida cristiana nosotros
hablamos para alguien de la bendición de tener Jesus en el
corazón? La alegría de encontrar el Salvador es tan grande
que deberíamos hacerlo todos los días, en todos los lugares,
en todas las circunstancias. La decisión que un día tomamos
venía a estar reluciendo en nuestro rostro y contagiando
todos los ambientes en que nos encontramos.

Nuestro testimonio de dicha es mucho más poderoso que
cualquier sermón, por más elaborado que él sea. Necesitamos
comprender eso. Necesitamos practicar eso. Necesitamos creer
que la tarea de predicar el Evangelio no es solo del pastor
o de un líder religioso. Como cristianos debemos buscar a
Dios y pedirle el revestimiento de poder para que seamos
siempre bendiciones en Sus manos y jamás piedras de tropezón
o causa de escándalos. Un corazón dedicado al Señor puede
calentar los más gélidos corazones, como lo de aquel ateo de
nuestra historia.

¿Ha mantenido su vida cristiana oculta o ha buscado, con
ella, alumbrar el camino de los qué aún están perdidos?

lunes, 8 de septiembre de 2008

LEE ESTO SOLO SI TIENES PROBLEMAS


"Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el
mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al
mundo" (Juan 16:33).



Un hombre que muchos creen haber sido el mayor Presidente
americano, dio un ejemplo de actitud. Cuando él hizo siete
años de edad, fue forzado a dejar el aconchego de la familia
para trabajar. A los nueve años perdió su madre. Perdió su
empleo cuando tenía veinte años de edad. Anheló ir para una
Facultad de Derecho pero no consiguió. A los veintitrés años
él entró de socio en una pequeña tienda. Tres años más tarde
el socio murió y una gran deuda llevó años para ser paga. A
los veintiocho años, después de enamorar una chica por
cuatro años, la pidió en casamiento y ella lo degradó. En su
tercera tentativa él fue electo para el Congreso, pero a los
treinta siete años perdió la reelección. Su hijo murió a los
cuatro años de edad. Cuando este hombre tenía cuarenta cinco
años, se candidató al Senado y perdió. A los cuarenta siete
años intentó a Vice-Presidencia y perdió. Pero, a los
cincuenta uno años ha sido electo Presidente de Estados
Unidos. El hombre era Abrahan Lincoln. Aprendió a enfrentar
el desánimo y caminó adelante de él. ¿Sabía que ha sido
Abrahan Lincoln que, en medio a la Guerra Civil, en 1863,
estableció la celebración anual del Día de Acción de
Gracias? Lincoln aprendió lo cuanto es importante parar y
agradecer a Dios en medio a grandes dificultades.

¿Cual nuestra actitud delante de Dios cuando los problemas
nos abruman? ¿Murmuramos? ¿ nos Quejamos por Él nos haber
abandonado? ¿Afastamonos de Su presencia?

Necesitamos, como Lincoln, aprender a alabar y agradecer al
Señor en todos los momentos. En la alegría y en el éxito por
Su gran misericordia y amor; en las luchas por Él estar nos
disponiendo para grandes conquistas; en los momentos de
chascos y frustraciones porque valoraremos aún más nuestras
victorias.

El Señor Jesus prometió estar con nosotros todos los días y
eso incluye también los días de luchas y tribulaciones. A
nosotros cabe confiar y agradecer su compañía. Por más que
el día esté encapotado y triste, luego volverá a brillar el
sol de la alegría en nuestros corazones.